ESLOVAQUIA. Día 5. Bratislava.


19 de julio de 2014

Estábamos justo en el ecuador de nuestro viaje y el día anterior habíamos llegado a Viena, así que aprovechando lo cerquita que está Bratislava de la capital austríaca (a solamente 80 kilómetros) decidimos hacer una excursión de un día al país vecino.





Tardamos solamente 1h30 en llegar a nuestro destino. La verdad es que nada más salir de la estación los alrededores no nos dieron muy buena impresión. No parábamos de pensar: «¿Dónde nos hemos metido?». Pero como teníamos buenas referencias de la ciudad tampoco nos alarmamos demasiado y buscamos la manera de dirigirnos al centro. Este se encuentra a 10-15 minutos caminando, pero también se puede llegar cogiendo el trolebús nº. 202 junto a la estación. No obstante, no vale mucho la pena, ya que no te deja en el casco histórico y hay que andar un poquito más.

Lo primero que hicimos al llegar al centro fue entrar en la Oficina de Turismo para hacernos con un mapa, y después de marcar todos los puntos de interés comenzamos a visitar la ciudad.

[Arriba] Puerta de San Miguel (izquierda) y Palacio Primacial y Torre del Ayuntamiento (derecha)
[Abajo] Edificios de Bratislava.

Alrededor de las 13:00 h fuimos a comer. En esta ocasión traíamos los deberes hechos de casa y habíamos elegido restaurante: el Slovak Pub, del que habíamos leído muy buenas críticas en varios blogs.

Mirad qué feliz se le ve aquí... No teníamos ni idea de la que se nos venía encima.

Nos moríamos de ganas de probar la comida eslovaca, así que pedimos un trío de entremeses tradicionales: halusky (izquierda), empanadillas de queso de oveja (centro) y chucrut (derecha). Que no os engañe la foto, esa tabla medía aproximadamente 50 x 25 y esos platos ligeritos no son precisamente...


Conseguimos terminárnoslo todo, pero fuimos unos inconscientes y pedimos OTRO plato más. Y eso que la camarera intentó advertírnoslo... Nos preguntó si no preferíamos una sopita después de los entrantes... Pero no, nosotros nos pedimos otro plato, más ligerito, pero otro plato al fin y al cabo. Javi consiguió terminárselo, pero yo... no. Catatónica me quedé después, e intenté ponerle remedio con una manzanilla para bajar la comida. No sé qué fue peor, si el remedio o la enfermedad. Hay que ver lo que hincha la comida eslovaca... Eso sí: estaba todo buenísimo y muy bien de precio.

Una manzanilla bien caliente para bajar la comida en pleno julio.
¡Di que sí, campeona! No sé en qué estaba pensando aquel día.

Dos horas más tarde salimos del restaurante a punto de explotar. Ese calor insoportable seguía acompañándonos allá adonde íbamos y ese día no iba a ser menos... Caminamos unos pasos y vimos que estábamos a 41ºC. ¡41ºC! El día perfecto para ponernos hasta las cejas de halusky... Pero allá que fuimos nosotros a seguir viendo la ciudad, que todavía nos faltaba hacer la ruta de las famosas estatuas :P Este es uno de los aspectos más peculiares de Bratislava. Para alegrar un poco la ciudad tras el Comunismo, decidieron colocar en distintos lugares de la ciudad personajes de lo más curiosos con los que el visitante se topa de repente. En la Oficina de Turismo nos informaron de su existencia, pero no nos dijeron dónde están situadas para que nos las encontráramos por sorpresa. A estas alturas son muy populares y todas estaban llenas de turistas —como nosotros— haciéndose fotos con ellas —como nosotros—.

La primera que encontramos fue el Cumil, un trabajador saliendo de la alcantarilla. Se desconoce lo que está haciendo este señor: ¿simplemente descansando o mirando por debajo de las faldas de las señoras que pasan por su lado? Ay, pillín... Desde que está allí ha provocado algún que otro accidente porque la gente no lo ve y tropieza con él, así que decidieron colocar una señal de tráfico que advierte de su presencia. ¿Dónde está? Entre las calles Rybárska y Panská.


La segunda estatua que encontramos fue la del soldado del ejército de Napoleón. A diferencia de lo que muchos creen no es el mismo Napoleón, sino un soldado del ejército francés que recuerda bastante a él. La leyenda cuenta que este resultó herido una de las veces que Bratislava fue atacada por las tropas napoleónicas y se enamoró de una enfermera eslovaca. Por ese motivo, se quedó a vivir allí. ¿Dónde está? Apoyado en un banco de la Plaza Mayor (Hlavné Námestie).


La tercera y última estatua es el bello Ignaz, un señor que saluda a los transeúntes levantando su sombrero de copa. Está basado en un personaje real que vivió en Bratislava a principios del siglo XX del que se dice que perdió la cabeza por un amor no correspondido. Era un mendigo que siempre vestía de traje y saludaba y regalaba flores a las mujeres. ¿Dónde está? En la esquina de la Plaza Mayor y la calle Rybárska, junto al Café Mayer.







Pero nosotros sabíamos de la existencia de una cuarta, la escultura del paparazzi, y después de buscar como locos sin éxito nos rendimos y decidimos ir a preguntar a la Oficina de Turismo.

Allí nos explicaron que esta escultura ya no se encuentra en el centro histórico de la ciudad: era privada, pertenecía a un restaurante y cuando este cerró el dueño se la llevó consigo. ¡Ya podíamos nosotros pasearnos arriba y abajo por la calle Laurinská! Aun así, nos dijeron que este restaurante estaba en lo alto del Puente Nuevo (el que tiene forma de platillo volante) y que, si queríamos verla, la encontraríamos allí. Pero como ya estábamos a punto de marcharnos y el calor seguía siendo espantoso nos hicimos a la idea de que no íbamos a ver al paparazzi.

Sin embargo, antes de irnos nos quedaban algunas cositas más por ver, así que seguimos visitando la ciudad y entre otras cosas vimos el Castillo, el Palacio de Grassalkovich (residencia del presidente de Eslovaquia), la Iglesia Azul y volvimos a la Plaza Mayor.


Cuando terminamos de verlo todo volvimos caminando hasta la estación de autobuses. Habíamos comprado un billete con vuelta abierta, lo cual para visitar Bratislava fue lo mejor que pudimos hacer, porque es una ciudad muy pequeñita y se ve bastante rápido. Además, cada hora salía un bus hacia Viena, por lo que afortunadamente no tuvimos que esperar demasiado ni ir corriendo.

Una hora y media después volvíamos a estar en la capital austríaca, y lo mejor sería que descansáramos porque, aunque no lo sabíamos todavía, al día siguiente nos esperaba una odisea para llegar hasta Mauthausen...

Seguir con el diario

No hay comentarios:

Publicar un comentario